viernes, 31 de enero de 2014

Mensaje del Papa

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PARA LA 51 JORNADA MUNDIAL DE ORACIÓN POR LAS VOCACIONES
11 DE MAYO DE 2014 – IV DOMINGO DE PASCUA
Tema: Vocaciones, testimonio de la verdad

Queridos hermanos y hermanas:
1. El Evangelio relata que «Jesús recorría todas las ciudades yMt 9,35-38). Estas palabras nos sorprenden, porque todos sabemos que primero es necesario arar, sembrar y cultivar para poder luego, a su debido tiempo, cosechar una mies abundante. Jesús, en cambio, afirma que «la mies es abundante». ¿Pero quién ha trabajado para que el resultado fuese así? La respuesta es una sola: Dios. Evidentemente el campo del cual habla Jesús es la humanidad, somos nosotros. Y la acción eficaz que es causa del «mucho fruto» es la gracia de Dios, la comunión con él (cf. Jn 15,5). Por tanto, la oración que Jesús pide a la Iglesia se refiere a la petición de incrementar el número de quienes están al servicio de su Reino. San Pablo, que fue uno de estos «colaboradores de Dios», se prodigó incansablemente por la causa del Evangelio y de la Iglesia. Con la conciencia de quien ha experimentado personalmente hasta qué punto es inescrutable la voluntad salvífica de Dios, y que la iniciativa de la gracia es el origen de toda vocación, el Apóstol recuerda a los cristianos de Corinto: «Vosotros sois campo de Dios» (1 Co 3,9). Así, primero nace dentro de nuestro corazón el asombro por una mies abundante que sólo Dios puede dar; luego, la gratitud por un amor que siempre nos precede; por último, la adoración por la obra que él ha hecho y que requiere nuestro libre compromiso de actuar con él y por él.
aldeas… Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas “como ovejas que no tienen pastor”. Entonces dice a sus discípulos: “La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies”» (
2. Muchas veces hemos rezado con las palabras del salmista: «Él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño» (Sal 100,3); o también: «El Señor se escogió a Jacob, a Israel en posesión suya» (Sal 135,4). Pues bien, nosotros somos «propiedad» de Dios no en el sentido de la posesión que hace esclavos, sino de un vínculo fuerte que nos une a Dios y entre nosotros, según un pacto de alianza que permanece eternamente «porque su amor es para siempre» (cf. Sal 136). En el relato de la vocación del profeta Jeremías, por ejemplo, Dios recuerda que él vela continuamente sobre cada uno para que se cumpla su Palabra en nosotros. La imagen elegida es la rama de almendro, el primero en florecer, anunciando el renacer de la vida en primavera (cf. Jr 1,11-12). Todo procede de él y es don suyo: el mundo, la vida, la muerte, el presente, el futuro, pero ―asegura el Apóstol―«vosotros sois de Cristo y Cristo de Dios» (1 Co 3,23). He aquí explicado el modo de pertenecer a Dios: a través de la relación única y personal con Jesús, que nos confirió el Bautismo desde el inicio de nuestro nacimiento a la vida nueva. Es Cristo, por lo tanto, quien continuamente nos interpela con su Palabra para que confiemos en él, amándole «con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser» (Mc 12,33). Por eso, toda vocación, no obstante la pluralidad de los caminos, requiere siempre un éxodo de sí mismos para centrar la propia existencia en Cristo y en su Evangelio. Tanto en la vida conyugal, como en las formas de consagración religiosa y en la vida sacerdotal, es necesario superar los modos de pensar y de actuar no concordes con la voluntad de Dios. Es un «éxodo que nos conduce a un camino de adoración al Señor y de servicio a él en los hermanos y hermanas» (Discurso a la Unión internacional de superioras generales, 8 de mayo de 2013). Por eso, todos estamos llamados a adorar a Cristo en nuestro corazón (cf. 1 P 3,15) para dejarnos alcanzar por el impulso de la gracia que anida en la semilla de la Palabra, que debe crecer en nosotros y transformarse en servicio concreto al prójimo. No debemos tener miedo: Dios sigue con pasión y maestría la obra fruto de sus manos en cada etapa de la vida. Jamás nos abandona. Le interesa que se cumpla su proyecto en nosotros, pero quiere conseguirlo con nuestro asentimiento y nuestra colaboración.
3. También hoy Jesús vive y camina en nuestras realidades de la vida ordinaria para acercarse a todos, comenzando por los últimos, y curarnos de nuestros males y enfermedades. Me dirijo ahora a aquellos que están bien dispuestos a ponerse a la escucha de la voz de Cristo que resuena en la Iglesia, para comprender cuál es la propia vocación. Os invito a escuchar y seguir a Jesús, a dejaros transformar interiormente por sus palabras que «son espíritu y vida» (Jn 6,63). María, Madre de Jesús y nuestra, nos repite también a nosotros: «Haced lo que él os diga» (Jn 2,5). Os hará bien participar con confianza en un camino comunitario que sepa despertar en vosotros y en torno a vosotros las mejores energías. La vocación es un fruto que madura en el campo bien cultivado del amor recíproco que se hace servicio mutuo, en el contexto de una auténtica vida eclesial. Ninguna vocación nace por sí misma o vive por sí misma. La vocación surge del corazón de Dios y brota en la tierra buena del pueblo fiel, en la experiencia del amor fraterno. ¿Acaso no dijo Jesús: «En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros» (Jn 13,35)?
4. Queridos hermanos y hermanas, vivir este «“alto grado” de la vida cristiana ordinaria» (cf. Juan Pablo II, Carta ap. Novo millennio ineunte, 31), significa algunas veces ir a contracorriente, y comporta también encontrarse con obstáculos, fuera y dentro de nosotros. Jesús mismo nos advierte: La buena semilla de la Palabra de Dios a menudo es robada por el Maligno, bloqueada por las tribulaciones, ahogada por preocupaciones y seducciones mundanas (cf. Mt 13,19-22). Todas estas dificultades podrían desalentarnos, replegándonos por sendas aparentemente más cómodas. Pero la verdadera alegría de los llamados consiste en creer y experimentar que él, el Señor, es fiel, y con él podemos caminar, ser discípulos y testigos del amor de Dios, abrir el corazón a grandes ideales, a cosas grandes. «Los cristianos no hemos sido elegidos por el Señor para pequeñeces. Id siempre más allá, hacia las cosas grandes. Poned en juego vuestra vida por los grandes ideales» (Homilía en la misa para los confirmandos, 28 de abril de 2013). A vosotros obispos, sacerdotes, religiosos, comunidades y familias cristianas os pido que orientéis la pastoral vocacional en esta dirección, acompañando a los jóvenes por itinerarios de santidad que, al ser personales, «exigen una auténtica pedagogía de la santidad, capaz de adaptarse a los ritmos de cada persona. Esta pedagogía debe integrar las riquezas de la propuesta dirigida a todos con las formas tradicionales de ayuda personal y de grupo, y con las formas más recientes ofrecidas en las asociaciones y en los movimientos reconocidos por la Iglesia» (Juan Pablo II, Carta ap. Novo millennio ineunte, 31).
Dispongamos por tanto nuestro corazón a ser «terreno bueno» para escuchar, acoger y vivir la Palabra y dar así fruto. Cuanto más nos unamos a Jesús con la oración, la Sagrada Escritura, la Eucaristía, los Sacramentos celebrados y vividos en la Iglesia, con la fraternidad vivida, tanto más crecerá en nosotros la alegría de colaborar con Dios al servicio del Reino de misericordia y de verdad, de justicia y de paz. Y la cosecha será abundante y en la medida de la gracia que sabremos acoger con docilidad en nosotros. Con este deseo, y pidiéndoos que recéis por mí, imparto de corazón a todos la Bendición Apostólica.
Vaticano, 15 de Enero de 2014

FRANCISCO

sábado, 11 de enero de 2014

Vigilia de oración por las Vocaciones

Nos juntamos en la Catedral el 17 de enero a las 21 horas.


http://www.arzobispadodepuertomontt.cl/portada/images/stories/adoracion.jpg 



Iniciamos el año pidiendo a Dios con nuevas ilusiones por el don de la Vocación para nuestra Diócesis. 

jueves, 9 de enero de 2014

Entrevista desde Roma


http://438424cd093f86f0c7e0-2cd4f1b3b970cf6c05d6a60490c230b4.r88.cf2.rackcdn.com/mexicanopapa2192013b.jpgEl monseñor mexicano, Jorge Carlos Patrón Wong, es el nuevo secretario para los seminarios. Llegó hace apenas una semana a Roma desde la diócesis de Papantla, pero desde el primer día está trabajando en su nuevo cometido, "la relación con los rectores, formadores, seminaristas y los obispos, que son directamente responsables de sus seminarios". Un trabajo muy constructivo como todo lo que es a favor de las nuevas generaciones, tal y cómo el propio monseñor Patrón define en la entrevista realizada por ZENIT. Para esta labor, se creará un equipo nuevo, con sacerdotes de distintos idiomas y países. La Congregación para el Clero está formada por dos secretarías -una para los seminarios y otra para el clero- ambas coordinadas por el prefecto, el recién nombrado monseñor Beniamino Stella. Esto es así desde el pasado 25 de enero, tras la reforma que Benedicto XVI realizó a través de un motu proprio, que pasó la competencia de los seminarios de la Congregación para la Educación Católica a la Congregación para el Clero.

Monseñor Patrón, el pasado mes de septiembre, recibió una llamada a las cinco de la mañana del nuncio apostólico de México, que se encontraba en Francia. Al otro lado del teléfono escuchó: "monseñor Jorge Carlos, te hablo desde Francia. Me acaba de hablar el cardenal Bertone, secretario de Estado y me dijo que el santo padre va a nombrar al primer secretario de los seminarios, quiere que sea un mexicano y quiere que seas tú". Recibió la noticia con mucha sorpresa pero su respuesta no pudo ser otra que sí, algo que reconoce aprendió en el seminario "que a todo lo que me pida la Iglesia a través de mis superiores dijera que sí". Aunque afirma que para él, vivir en el Vaticano estaba completamente fuera de sus expectativas.

¿Cómo han sido sus primeros días de trabajo en el Vaticano?
-- Mons Patrón Wong. Hasta el último minuto en la diócesis de Papantla lo dediqué al trabajo de allí. Cuando tomé el avión comencé a pensar en mi nuevo pueblo y mi nueva misión, los seminarios del mundo. Llegando aquí en la mañana, dejé las maletas en Santa Marta y me vine para la congregación inmediatamente. Ya estoy acá, comenzamos.  Ese primer día hubo dos momentos significativos. Al terminar de comer me encontré en el pasillo con el papa. Él me sorprendió porque se acercó a mi y me dijo 'bienvenido, te conozco desde el Celam' y después una frase que me dejó mudo: 'estoy aquí para servirte'. Tras unos segundos de sorpresa le respondí, 'yo estoy aquí para servirle a usted y a la Iglesia'. Y como se tenía que marchar me dijo: 'Después hablamos'. El segundo momento, fue en la noche, cuando fui a la capilla a rezar. Sentí que alguien entró y se colocó detrás de mí, era el papa. Todo ese tiempo de oración en silencio, el saber que uno está orando con el papa, da una fortaleza y una experiencia espiritual extraordinaria.

Hablar del trabajo en los seminarios nos lleva directamente a hablar de las vocaciones y en consecuencia, la crisis vocacional. ¿Cómo enfrenta la Iglesia ésto?
-- Mons Patrón Wong. Cualquier elemento de una crisis, es vivida en la Iglesia desde la fe y la esperanza. Son momentos de gracia y para renovar  a la  Iglesia y para vivir con mayor autenticidad los planes de Dios. En pleno siglo XXI nos encontramos con un cambio de época, cambios muy rápidos, muy retadores y situaciones muy diversificadas en los continentes y los países. Pero al mismo tiempo con una fortaleza humana, espiritual y de experiencia formativa de siglos. Ante esta riqueza del pasado, ante la nueva situación que vivimos, es un momento de gracia para renovarnos, modificar, cambiar, adaptar muchas realidades de la formación sacerdotal de acuerdo a la realidad de las nuevas generaciones y lo que Dios nos está pidiendo para el mundo de hoy. Sin olvidar la riqueza de la experiencia pedagógica del pasado y sus frutos que es la santidad de muchos sacerdotes.
Latinoamérica se ha distinguido por una vitalidad vocacional y formativa, en los últimas décadas, es necesario contribuir con nuestra experiencia y al mismo tiempo enriquecernos con la experiencia de la Iglesia universal.
La crisis vocacional no es otra cosa que una expresión de una crisis más amplia de identidad del ser humano, de la familia, de ser cristiano, del propio mundo y de la propia sociedad. Pero hay que verlo con serenidad porque donde hay vida hay cambios.
La pastoral vocacional debe estar en todas las dimensiones de la Iglesia y todos debemos colaborar: familias, escuelas, parroquias... a vocacionalizar la vida humana. El elemento crítico es que a las nuevas generaciones se les enseña a ver la vida como una profesión y no como una vocación. Estamos en un momento precioso donde la Iglesia puede aportar al mundo y a las nuevas generaciones la experiencia de vivir la vida como vocación, llamada personal de Dios.

La formación en los seminarios ¿qué es necesario adaptar y qué debe permanecer?
-- Mons Patrón Wong. Desde el punto de vista vocacional lo que debe permanecer es la presencia y el encuentro personal con Cristo. Segundo, la vivencia comunitaria de la fe, somos Iglesia, familia. Tercero, la misión; tenemos un por qué, un para quién. Cuarto, es un camino de discernimiento; no tenemos todas las respuestas, las vamos descubriendo en el camino. Quinto, la vivencia de la fe, la esperanza y el amor que caracteriza la vida de un creyente. Sexto, la presencia de la Virgen María en nuestra vida.
Lo que sí tenemos que estar muy atentos es ¿dónde Dios vive? Hay que hacer presencia como Iglesia y cuál es el lenguaje, el modo y las formas como las nuevas generaciones viven  esos valores. Porque la sociedad de hoy es muy diferente a la del pasado. Antes estábamos más protegidos por un ambiente cultural cristiano, hoy es un ambiente más plural, en muchos sentidos muy agresivo con los jóvenes y esto implica que la experiencia del joven es muy diferente a la que nosotros vivimos. Por eso hay que descubrir dónde están los jóvenes, y estar presentes para acompañar. Es interesante ver los cambios que hay que hacer y unirlos a la originalidad, de cómo Jesús estuvo presente en el desarrollo vocacional de los discípulos.

¿Qué dificultades se encuentran los jóvenes para poder vivir esta experiencia vocacional?
--El joven de hoy vive en un mundo lleno de agresividad, por la inseguridad, la desconfianza, la violencia, la competencia. También donde lo más delicado del ser humano es muy atacado, a través de vicios y corrupciones. Un niño o un joven encuentra  a su alcance pornografía, alcohol, drogadicción, narcotráfico... y no lo pide pero llegan a él. Cuando uno comprende esta realidad, empieza a querer y amar más a los jóvenes. La experiencia vocacional se desarrolla en un ambiente y circunstancias difíciles. Y este es el reto. Para acompañar al joven, tenemos que entender esta realidad. Este mundo de hoy con tantas expectativas triunfalistas, materialistas, llenas de placer, de goces inmediatos, se topan con la realidad de la frustración porque no hay espacios donde trabajar y realizar sus sueños, es un mundo contradictorio.

El papa en la exhortación apostólica dice "no se pueden llenar los seminarios con cualquier tipo de motivaciones, y menos si estas se relacionan con inseguridades afectivas, búsquedas de formas de poder, glorias humanas o bienestar económico". ¿Cómo remediar esto?
Hay un camino que debemos hacer antes del seminario y es que los candidatos al seminario sean cristianos, seguidores de Jesús. Niños y jóvenes que sean  buenos cristianos y buenos ciudadanos. La tarea previa al seminario es esa. Si al seminario llegan buenos cristianos, lo que viene va a caminar muy bien. Es por esto que necesitamos la labor de toda la Iglesia y la sociedad. El seminario ayudará al joven que tiene alguna inquietud sacerdotal a descubrir si Dios le llama a vivir  su vocación a la santidad como ministro al servicio del pueblo de Dios, con el corazón de Cristo Buen Pastor. Hay que verificar muy bien, durante todo el proceso, que la vida cristiana esté a la base. Y desde ahí responder al llamado especifico de la vocación sacerdotal.

¿Cuáles son los indicadores para descubrir si existe o no vocación sacerdotal?

¿Cuál es la visión del papa para los seminarios?
-- El santo padre dice que este elemento formativo, constructivo y positivo a favor de las nuevas generaciones se realice. Es el aporte concreto y específico, que todo aquello que podamos hacer con la Iglesia para ayudar a que los jóvenes descubran, valoren, crezcan en la vocación que Dios les da. Los seminarios tienen un trabajo importante, no únicamente para tener mejores, más santos, más auténticos y felices sacerdotes. Si no también con aquellos que por cualquier razón entran en el seminario y Dios no les llama a eso, para que encuentren en la vida laical comprometida la felicidad de ser cristianos. Es un doble trabajo. Y un trabajo en conjunto con las parroquias, los movimientos, las familias y la sociedad.

El papa dice en la exhortación apostólica: "sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo". ¿Qué sueño tiene usted para los seminarios?
-- Sueño que los seminaristas y los sacerdotes estén siempre muy cerca de Dios y muy cerca de la gente. Porque esas dos cercanías son lo que hace feliz no únicamente a ellos, sino que hace que ese seminarista o sacerdote feliz, amando y sirviendo, produzca felicidad.
Que sean propositivos y felices. El sueño no es sacerdotes católicos para los católicos, sino para el mundo. El bien que el sacerdote debe realizar no es solo para la Iglesia católica sino para todos.