La historia vocacional del Santo Padre Francisco no
es diferente a la de muchos sacerdotes y seminaristas. El joven
Bergoglio como todo joven de su época tenía ya un proyecto en su mente.
Nos cuenta Sergio Rubin, que "Jorge, junto a su novia, se dirigía a
una fiesta y al pasar por su parroquia porteña de San José de Flores,
sintió un gran deseo de confesarse y fueron las palabras del sacerdote (cuyo nombre nunca reveló) que lo sacudieron".
Fue en ese instante
donde Jorge sintió un deseo por la vocación religiosa que llevaba ya
dentro. Salió de allí muy emocionado de ser sacerdote de Cristo. Pero no
se lo dijo a nadie. El único síntoma fue que, al poco tiempo, rompió
con su novia. Fiel a su estilo reservado esperó unos años para anunciar su decisión a su familia.
Su padre lo celebró. Su madre, en cambio, se enojó. Pero no se amilanó.
Fue duro para él: ella no quiso ir a verlo durante los primeros años de
seminario hasta que, finalmente, aceptó su decisión.
Una decisión que -quien podría imaginarlo- lo
llevaría muchos años después a ser el primer papa argentino y
latinoamericano para sorpresa de los argentinos y de los católicos de
todo el mundo.
La
demora en entrar al seminario pareció explicarse por su deseo de
relacionarse con el mundo profano antes de abrazar la vida religiosa. Ya
mientras cursaba la secundaria trabajaba por pedido de su padre. Pero
acaso la experiencia más fuerte de su juventud -que le marcó el límite humano- fue una grave enfermedad que lo codeó con la muerte. Hubo varios días de incertidumbre porque los médicos no acertaban con el diagnóstico. Al fin, detectaron una infección pulmonar que requirieron un tratamiento con sondas que le provocaba dolores terribles.
Las palabras de
circunstancias para confortarlo no lo convencían. Hasta que una monja
que sorpresivamente lo consiguió lo logró con una frase simple y
directa: "Con tu dolor, lo estás imitando a Jesús".
Desde entonces, Jorge Bergoglio vive con un sólo pulmón, lo que lo
obliga a administrar sus esfuerzos, si bien nunca fue una severa
restricción.
Recuperado, ingresó finalmente al seminario.
Optó por los jesuitas porque le atraía su perfil de gran formación y
cierto vanguardismo. Ya ordenado, quería ser misionero. Y añoraba con ir
a Japón, donde los jesuitas tienen una fuerte presencia. Pero no logró
la autorización de su superior. Técnico químico y profesor de literatura, la docencia se reveló como otra de sus grandes vocaciones.
En su paso por el prestigioso colegio de la Inmaculada de Santa Fe, sus alumnos lo bautizaron "el profe Carucha", severo, pero muy querible. El se esmeraba: llegó a llevar a la provincia para su clase nada menos que a Jorge Luis Borges.
En su paso por el prestigioso colegio de la Inmaculada de Santa Fe, sus alumnos lo bautizaron "el profe Carucha", severo, pero muy querible. El se esmeraba: llegó a llevar a la provincia para su clase nada menos que a Jorge Luis Borges.
Con apenas 37 años, se convirtió en superior de los jesuitas en la Argentina.
Eran los tiempos de la violencia política, la última parte de la
guerrilla y el terrorismo y el comienzo de la represión de la dictadura
más sanguinaria que conoció la Argentina.
Bergoglio
terminó recalando en Alemania, donde realizó una tesis sobre Romano
Guardini, el gran teólogo con una visión innovadora de la Iglesia.
A su regreso a la Argentina -tras un paso por el colegio El Salvador,
de Buenos Aires- fue destinado a la iglesia de los jesuitas en Córdoba,
donde estuvo poco menos que recluido. Para muchos fue la continuación de
un exilio forzoso. Pero pocos años después su vida religiosa daría un
gran vuelco.
A comienzos de los años 90 el entonces arzobispo de Buenos Aires, cardenal Antonio Quarracino, lo señaló para que sea uno de sus obispos auxiliares. Comienza así su meteórica carrera que lo llevó de ser un complet out sider de la Iglesia a ser elegido vicario general de la arquidiócesis y finalmente el sucesor de Quarracino tras su muerte.
Atraído por su inteligencia, espiritualidad y humildad,
Quarracino siempre contaba que en cada acto y oficio, cuando quería
localizar a Bergoglio, debía buscarlo en las últimas filas, casi
escondido. Ya como arzobispo, rechazó la coqueta residencia arzobispal
de livos y el auto con chofer. Optó por vivir en la curia, frente a la
plaza de Mayo, en una austera habitación. Y trasladarse en colectivo o
subte.
El primer aniversario del atentado a las Torres Gemelas fue clave para la proyección internacional de Bergoglio. Entonces, el argentino participaba como moderador suplente
de un sínodo de obispos, en Roma. Como el titular, que era el arzobispo
de Nueva York debió ausentarse a su ciudad para participar de la
conmemoración, Bergoglio debió coordinar la asamblea, dejando una excelente impresión.
Su prestigio ascendente terminó convirtiéndolo en el segundo más votado en el cónclave anterior, detrás de Ratzinger. Parecía que su tiempo había pasado tras la renuncia de Benedicto XVI. El ya tenía programado ir a fin de año, cuando iba a efectivizarse su retiro, ir a vivir a la residencia porteña de los sacerdotes ancianos. Su Dios y los cardenales dispusieron otra cosa.
Nacido en Buenos Aires el 17 de diciembre de 1936, estudió y se diplomó como técnico químico. En su camino se cruzó la vocación sacerdotal y decidió ingresar en el Seminario de Villa Devoto.
Nacido en Buenos Aires el 17 de diciembre de 1936, estudió y se diplomó como técnico químico. En su camino se cruzó la vocación sacerdotal y decidió ingresar en el Seminario de Villa Devoto.
El 11 de marzo de 1958 pasó al noviciado de la Compañía de Jesús.
Estudió humanidades en Chile y en 1960, de regreso a Buenos Aires,
obtuvo la licenciatura en Filosofía en el Colegio Máximo San José, en la
localidad de San Miguel.
De 1967 a 1970 cursó la licenciatura en Teología en el Colegio Máximo de San Miguel. Recibió las órdenes sagradas el 13 de diciembre de 1969. Tras ocupar varios cargos de autoridad en la orden jesuita, el 31 de julio de 1973 fue elegido provincial de la Argentina.
Entre 1980 y 1986 fue Rector del Colegio Máximo de San Miguel y de las Facultades de Filosofía y Teología de esa misma Casa.
En 1992 el Papa Juan Pablo II lo nombró obispo auxiliar de Buenos Aires. Recibió la ordenación episcopal el 27 de junio de ese año y en 1997 fue promovido como coadjutor de la misma arquidiócesis.
El 28 de febrero de 1998 se convirtió en el primer jesuita en ser primado de la Argentina, tras suceder al cardenal Antonio Quarracino.
Nombrado cardenal presbítero el 21 de febrero de 2001, recibió la birreta roja y el título de San Roberto Belarmino.
Asistió como relator general adjunto a la X Asamblea Ordinaria del Sínodo de Obispos, que tuvo lugar en Ciudad del Vaticano del 30 de setiembre al 27 de octubre de 2001.
Asistió también a la XI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos del 2 al 23 de octubre de 2005.
Fue también miembro del consejo post-sinodal de la XI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos. El 9 de noviembre de 2005 fue elegido Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina para el trienio 2005-2008.
En la Santa Sede,
formó parte de la Congregación para el Culto Divino y la disciplina de
los Sacramentos, la Congregación para el Clero, la Congregación para los
Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica.
Asimismo, integró el
Pontificio Consejo para la Familia, la Comisión para América Latina
(CAL) y el Consejo Ordinario de la Secretaría General para el Sínodo de
los Obispos.
Según las diversas versiones que han reconstruido el Cónclave de los días 18 y 19 de abril de 2005, Bergoglio fue el depositario de un grupo de votos que originalmente captó el arzobispo de Milán, Carlo María Martini. El arzobispo de Buenos Aires habría obtenido hasta 40 votos, pero fue tan fuerte la emoción que pidió abiertamente a los otros cardenales que no le eligiesen.