Esta película de Tim Robbins nos ofrece una importante reflexión
sobre el valor de la persona humana que va más allá de sus peores actos,
porque ante todo la persona es imagen de Dios. Es por ello una crítica
bien fundada contra la pena capital a partir de un hecho histórico
acaecido en el estado de Luisiana en 1982 y que la hermana Helen Prejean
escribió en un libro autobiográfico. Sin embargo, nos vamos a centrar
en hecho en sí de la pena de muerte, sino en la figura de la religiosa
Helen porque nos da una imagen muy particular de la vida consagrada
¿Quién
es Helen? El principio de la película nos ofrece imágenes antiguas de
la ceremonia de sus votos. La vemos contenta, sonriente. Luego se nos
presenta su residencia en la actualidad: una sencilla casa, llamada
“casa de la esperanza”, situada en un barrio marginal, en la que gente
de todo tipo encuentran acogida. Su manera de vestir sin hábito, nos da
ya una idea de cómo ella entiende su vocación.Todos
le hacen a Helen la misma pregunta: ¿por qué lo hace? Ella también se
lo pregunta. Y poco a poco durante la película, va encontrando una
respuesta. Verdaderamente no sabe porqué se ha medido allí, simplemente
trata de responder a una petición de ayuda, se siente atrapada más que
atraída, sencillamente porque Matthew necesita ayuda. No se cree una
heroína, se siente asustada.
¿Qué es lo realmente especial en esta mujer? Helen se encuentra visitando y acompañando a un condenado a muerte por un terrible asesinato de dos adolescentes del cual él se declara inocente. ¿Cómo se sitúa Helen ella ante esta situación? ¿Cómo la ven los demás? ¿Qué sentido tiene todo esto? ¿Está justificado lo que hace? Vayamos por partes.
Su familia no entiende lo que hace. Su madre reconoce que Helen tiene un gran corazón, pero le invita a que tenga cuidado porque él podría aprovechase de ella. Las familias de las víctimas se sienten ofendidas, heridas y humilladas. No entienden que Helen pueda estar en los dos bandos. Llegan incluso a echarla de la casa.
El capellán de la prisión entiende su apostolado, pero no la manera de hacerlo. En su primer encuentro el sacerdote le echa en cara el hecho de que nunca ha estado en una prisión, que no lleva hábito y le dice que es un poco ingenua no sabiendo dónde se mete. También la pone en guarda con precauciones: “esto no es algo romántico, tenga cuidado…” En otro postrero encuentro entre los dos, el sacerdote le muestra su objetivo: “salvará” a Matthew si consigue que reciba los sacramentos antes de morir.
Helen entiende su misión como un “estar” con Matthew, como consejera espiritual, algo que ella exactamente no sabe en qué consiste. Ella encuentra mucha rabia y cinismo en el condenado. Pero hace un esfuerzo por escucharle y ayudarle a que comprende lo que ha hecho. Incluso cuando Mattheux afirma que sólo ”miraba” mientras su amigo cometía el crimen, Helen le echa en cara eso mismo: “pudiste evitarlo, pero no lo hiciste…”
En su hacer, Helen se presenta como mujer acogedora, por eso a su vez Matthew terminará acogiéndola también sólo porque es una persona, no por ser religiosa, porque no le ha hablado del infierno y porque vive en un gueto con los pobres. Esto es importante porque él no se considera religioso y no acepta al capellán porque precisamente es un hombre “muy religioso”.
En alguna ocasión Helen se ve obligada a hablar de ella misa, de su vocación religiosa. Reconoce una atracción en lo que hace, en Jesucristo. Sobre el celibato, Helen habla de otra intimidad entre las personas diferente en la relación sexual. De todas formas, si ella está ahí con él, es precisamente porque es célibe, aunque él no lo entienda.
Cuando la posibilidad del indulto fracasa y se entrevé la muerte inminente de Matthew, Helen da el paso de acompañarle hasta el final para que se reconcilie consigo mismo, con las víctimas y con Dios. Entonces le da la Biblia y comienzan a hablar de Jesucristo. Al final Matthew contribuye a su propia redención reconociendo la verdad de su participación al asesinato, una verdad que le hace libre hasta llegar a rezar por los chicos que mató.
En las últimas secuencias antes de su ejecución, Matthew encuentre en Helen amor y paz: “mírame, verás el amor en mi rostro… que lo último que veas te inspire paz”, le dice. Los gestos también hablan, le toca, le acaricia, y cuando ya no puede hacerlo extiende su brazo queriéndole tocar… mostrar amor. Sus últimas palabras son de amor. Matthew muere en paz y querido.
“El film reflexiona sobre la redención en un caso extremo; un asesinato difícil de perdonar para el hombre, pero no para Dios desde el infinito amor que nos tiene a cada uno de sus hijos. La religiosa, eso sí, le aclara al preso que las puertas del Cielo no están abiertas sin más, porque el perdón no es algo que se consiga gratuitamente, sino que tiene que ganárselo arrepintiéndose y asumiendo el mal que hizo” (tomado de www.caminodeemaus.net).
La película “Pena de muerte” es una propuesta en la que podemos reflexionar sobre el sentido de la misión de los religiosos/as, del testimonio, del amor, de la compasión….
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