Un alto en el camino es necesario para repensar la vida
y recobrar el aliento, a solas, en silencio, en oración.
Hoy no tengo nada que decirte, Señor, no sabría qué contarte;
sólo quiero escucharte, que me hables,
que me aclares tantas cosas que yo ignoro.
Me duele tu silencio y mi rutina, el dolor sin sentido,
las penas sin consuelo, el hambre de tantos,
las guerras, la violencia... Me duele el alma, Señor,
Pero te miro en la cruz y empiezo a comprender
que sólo el amor tiene la palabra.
Tu cruz es luz y claridad para mi pena.
E.V.D.
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