martes, 24 de diciembre de 2013
viernes, 29 de noviembre de 2013
Vigilia de Oración por las vocaciones
Esta noche a las 21 horas en la Catedral nos juntamos para rezar por las vocaciones de nuestra Diócesis.
Invita a tus amigos para estar con el mejor Amigo.
miércoles, 13 de noviembre de 2013
Orar por los sacerdotes
Me ha parecido curioso encontrar el espacio virtual un sitio para rezar por los sacerdotes. Nos puede servir para caer en la cuenta de esta necesidad dentro de la Iglesia. El Sacerdocio es un regalo de Dios para hacer sensible Su Presencia en el día a día de nuestra existencia. Y no es tarea fácil. Merece la pena ser sacerdote y, al reconocerlo como Don nos compromete a cuidarlo.
Por esto os dejo este enlace:
No sólo se trata de apuntarse y ya está... Es la expresión de una actitud, de un propósito; porque estamos convencidos de la necesidad de pedir a Dios por los sacerdotes: para que sean auténticos testigos y nos ayuden a vivir la Fe con alegría.
jueves, 7 de noviembre de 2013
Dios tiene misericordia de nosotros
“En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los
publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas
murmuraban entre ellos: -«Ése acoge a los pecadores y come con ellos.» Jesús
les dijo esta parábola: -«Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde
una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta
que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy
contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para
decirles: "¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había
perdido." Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un
solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan
convertirse. Y si una mujer tiene diez monedas y se le pierde una, ¿no enciende
una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y,
cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas para decirles:
"¡Felicitadme!, he encontrado la moneda que se me había perdido." Os
digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador
que se convierta» (Lucas
15,1-10).
El
amor de Jesús nos hace felices, en la esperanza del cielo, y por ese tesoro
podemos renunciar a toda cosa humana
1.
El capítulo 15 de san Lucas ha sido llamado "el corazón del
evangelio". Ha sido llamado “el evangelio de la misericordia” por Juan
Pablo II: hoy leemos la de la oveja descarriada y la de la moneda perdida. La
del hijo pródigo, la más famosa, la leemos en Cuaresma.
Los
fariseos y los letrados murmuraban de él porque acogía a los publicanos y
pecadores y comía con ellos. La lección, por tanto, va para estas personas que
no tienen misericordia, que solían acercarse en masa para escuchar a Jesús pero
lo criticaban diciendo: "Este hombre acepta a los pecadores y come con
ellos". Nos dejaron sin querer una de las definiciones de Jesús:
"aquel que acepta bien a los pecadores". He ahí una revelación
sorprendente de Dios. Jesús les dice:
-“Si
uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una ¿no deja las noventa y
nueve en el campo para ir en busca”... La aritmética de Dios no es la
nuestra. El número, la cantidad nos impresionan siempre. Para Dios
"uno" iguala a "noventa y nueve". Cada hombre tiene un
valor inestimable. Misterio del respeto que Dios tiene para cada uno de
nosotros. ¡Tú nos amas, Señor, con un amor "personal",
"individualizado"! Pienso por contraste mi poco interés en recordar
los nombres de este niño, de la persona que me atendió en tal ocasión… y cada
uno de ellos, es amado por Dios. El Buen Pastor es Cristo: “puso la oveja sobre
sus hombros, porque, al asumir la naturaleza humana, Él mismo cargó con
nuestros pecados” (San Gregorio Magno).
La
parábola es una explicación de la conducta de Jesús, y nos explica que frente a
Él, quien le juzga acaba por ser juzgado en aquello mismo que juzga. La
estructura de esta parábola, como la de la dracma perdida, son similares:
expresan la alegría por haber encontrado lo perdido y Jesús añade que así es la
alegría en el cielo por el arrepentimiento de un pecador de manera que el
oyente entiende que la actitud del pastor o de la mujer, su alegría,
representan a Dios que no se queda cruzado de brazos ante nuestras debilidades,
sale a buscar lo perdido, y con un celo hace lo necesario para encontrarnos,
pero sobre todo se alegra cuando le buscamos a él: “mas esta fuerza tiene el
amor, si es perfecto, que olvidamos nuestro contento por contentar a quien
amamos. Y verdaderamente es así que, aunque sean grandísimos trabajos,
entendiendo contentamos a Dios, se nos hacen dulces” (Santa Teresa de Jesús; cf
Biblia de Navarra).
-...“Para
ir en busca de "la descarriada", hasta que la encuentra” Me la
imagino. Es precisamente aquella que se ha escapado, o que se ha perdido, Es
aquella la que embarga todo el pensamiento del pastor. Sólo ella cuenta, por el
momento. ¡Es así nuestro Dios! Un Dios que sigue pensando en los que le han
abandonado, un Dios que ama a los que no le aman, un Dios que anda en busca de
sus "hijos dispersos" ¡La oveja que causa preocupación a Dios! ¿Soy
quizá yo?
-“Cuando
la encuentra, se la carga en los hombros, muy contento...” Un hombre, un
pastor feliz, sonriente, exultante, muy contento. ¡Así se nos presenta Dios!
-“Y
de regreso a su casa, reúne a sus amigos y a sus vecinos para decirles:
"alegraos conmigo, porque he encontrado mi oveja, la que había
perdido"”. Alegraos conmigo, dice Dios. Dios es un ser que se alegra,
y de su alegría, hace partícipes a los demás. La "alegría de Dios" es
encontrar de nuevo a los hijos que estaban perdidos.
-“Os
digo: "Lo mismo pasa en el cielo, da más alegría un pecador que se
enmienda, que noventa y nueve justos que no necesitan enmendarse,
convertirse"”. En el cielo hay alegría ¿Quién quiere alegrarse
conmigo, dice Dios? ¡Un solo pecador que se convierte! ¿Lo he oído bien? ¡Un
solo pecador que se convierte! ¡Uno solo! pasa a tener una importancia
desmesurada a los ojos de Dios. Parece que sólo "él" es el que
cuenta. Y tú, ¡no te contentas con esperar que ella vuelva! Tú saliste a
buscarla. ¿Y yo? ¿Tengo ese mismo afán por la salvación de los hombres? ¿Tengo,
como Dios, un corazón misionero? ¿enviado para salvar lo que se ha perdido?
-“Y,
si una mujer tiene diez monedas de plata y se le pierde una, ¿no enciende un
candil, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla?” Lucas es el
único que nos cuenta esa parábola "femenina", que nos repite lo
mismo; con otra imagen. "Alumbrar"... "barrer"...
"buscar con cuidado..." Yo, pecador, como todos los pecadores, soy
objeto de ese amor (Noel Quesson).
La
Virgen María, en su Magníficat, cantaba a Dios porque "acogió a Israel su
siervo acordándose de su misericordia". Si al pueblo elegido de Israel le
tuvo que perdonar, también a nosotros, que no somos mucho mejores. Pero la
lección se orienta a nuestra actitud con los demás, cuando fallan. Sería una
pena que estuviéramos retratados en los fariseos que murmuran por el perdón que
Dios da a los pecadores, o en la figura del hermano mayor del hijo pródigo que
no quería participar en la fiesta que el padre organizó por la vuelta del
hermano pequeño. ¿Tenemos corazón mezquino o corazón de buen pastor?
Si
somos tolerantes y sabemos perdonar con elegancia, entonces sí nos podemos
llamar discípulos de Jesús. La imagen de Jesús como Buen Pastor que carga sobre
sus hombros a la oveja descarriada (la famosa estatua del siglo III que se
conserva en el Museo de Letrán en Roma), debería ser una de nuestras
preferidas: nos enseña a ser buenos pastores y a no comportarnos como los
fariseos puritanos que se creen justos, sino como seguidores de Jesús, que no
vino a condenar sino a perdonar y a salvar (J. Aldazábal).
Quizá
la nota dominante en las parábolas de la misericordia es la alegría que reina
en el ambiente. Gracia en griego se dice "járis" y va unida con la
alegría, que se dice "jára". No importa si nos sentimos
pecadores, pues Jesús dice: “No he venido para los sanos, sino para los
enfermos” (Mc 2,17). Malo sería que nos sintamos sanos que no lo necesitan.
Sentado entre estos hombres que parecen muy alejados de Dios, Jesús se nos
muestra entrañablemente humano. No se aparta de ellos, sino que busca su trato.
La oración de hoy nos debe llevar a aumentar nuestra confianza en Jesús cuanto
mayores sean nuestras necesidades; especialmente si en alguna ocasión sentimos
con más fuerza la propia flaqueza. Y pediremos con más confianza por aquellos
que están alejados del Señor. La vida de Jesús estuvo totalmente
entregada a sus hermanos los hombres (Gal 2,20), con un amor tan grande que
llegará dar la vida por todos (Jn 13,1). Cuanto más necesitados nos
encontramos, más atenciones tiene con nosotros. Esta misericordia supera
cualquier cálculo y medida humana. El Buen Pastor no da por definitivamente
perdida a ninguna de sus ovejas. Con esta parábola, el Señor expresa su inmensa
alegría ante la conversión de un pecador; un gozo divino que está por encima de
toda lógica humana. Es la alegría de Dios cuando recomenzamos en nuestro
camino, quizá después de pequeños o grandes fracasos. Existe también una
alegría muy particular cuando hemos acercado a un amigo o a un pariente al
sacramento del perdón, donde Jesucristo le esperaba con los brazos abiertos.
Jesucristo sale muchas veces a buscarnos. Jesús se acerca al pecador con
respeto, con delicadeza. Sus palabras son siempre expresión de su amor por cada
alma. Los cuidados y atenciones de la misericordia divina sobre el pecador
arrepentido son abrumadores. Nos perdona y olvida para siempre nuestros
pecados. Lo que era muerte se convierte en fuente de vida. Nos muestra el Señor
el valor que para Él tiene una sola alma y los esfuerzos que hace para que no
se pierda. Este interés es el que debemos tener para que los demás no se
extravíen y, si están lejos de Dios, para que vuelvan. Pidámoselo a Nuestra
Madre (F. Fernández Carvajal).
2.
Hoy San Pablo nos habla de ser flexible ante las distintas sensibilidades:
-“Hermanos, ninguno de nosotros vive para sí mismo, y tampoco muere nadie
para sí mismo”. Nuestra vida no puede proyectarse hacia un
autoperfeccionamiento egoísta sino «hacia los demás», hacia Dios. -“Vivimos
para el Señor, morimos para el Señor”. Es el primer principio para
conservar o desarrollar la unidad entre cristianos de "opciones"
opuestas: que cada uno actúe con lealtad "como servidor del mismo
Señor". -“Ya vivamos, ya muramos, pertenecemos al Señor”,
referencia absoluta. Hoy vemos conservadores, progresistas… cada uno que siga
su conciencia sin uniformizar todo. La unidad no ha de hacerse a ese nivel
concreto, sino más profundamente, en el esfuerzo de cada uno para ser «servidor
del mismo Dios», para pertenecer al mismo Dios. Necesitamos hoy también,
como siempre, una cultura de pluralismo. Señor, ayúdanos a que te
pertenezcamos... a que aceptemos las tensiones que nos dividen en todos los
otros puntos.
-“Entonces
tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? Tú, ¿por qué desprecias a tu hermano?” Es
el segundo «principio»: ayúdanos, Señor, a no juzgar, a no despreciar.
-“Todos
compareceremos ante el tribunal de Dios”. El "Juicio" es una
prerrogativa sólo de Dios y ¡nosotros seremos juzgados por El! Precisa tener en
cuenta esta eventualidad. Jesús mismo nos recomendó firmemente esta actitud
cuando nos pidió que no mirásemos demasiado la «paja en el ojo del vecino»
cuando no vemos «la viga que hay en el nuestro».
-“Por
mi vida, dice el Señor, que toda rodilla se doblegará ante Mí...” Así,
pues, cada uno de nosotros deberá rendir cuenta de sí mismo a Dios. No hay nada
mejor que ese género de pensamientos para ayudarnos a relativizar nuestras
posturas demasiado categóricas. Señor, no quiero temer tu juicio. Pero que esto
me ayude a estar más abierto a los demás (Noel Quesson); a ser tolerante y no
querer imponer mi opinión.
3.
“El Señor es mi luz…” que para un cristiano tiene una nueva referencia
en las palabras de Jesús: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no
andará en tinieblas sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8,12; cf 1,9).
San Juan de Nápoles dice que las almas luminadas por esta luz no caen en el
pecado, no tropiezan en el mal, caminan con el Señor.
Llucià Pou Sabaté
jueves, 31 de octubre de 2013
Para ser Apóstol hay que rezar
1. La Iglesia es apostólica porque está fundada en la predicación y la oración de los Apóstoles, en la autoridad que les ha sido dada por Cristo mismo. San Pablo escribe a los cristianos de Éfeso: «Vosotros sois conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios. Estáis edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y el mismo Cristo Jesús es la piedra angular» (2, 19-20); o sea, compara a los cristianos con piedras vivas que forman un edificio que es la Iglesia, y este edificio está fundado sobre los Apóstoles, como columnas, y la piedra que sostiene todo es Jesús mismo. ¡Sin Jesús no puede existir la Iglesia! ¡Jesús es precisamente la base de la Iglesia, el fundamento! Los Apóstoles vivieron con Jesús, escucharon sus palabras, compartieron su vida, sobre todo fueron testigos de su muerte y resurrección. Nuestra fe, la Iglesia que Cristo quiso, no se funda en una idea, no se funda en una filosofía, se funda en Cristo mismo. Y la Iglesia es como una planta que a lo largo de los siglos ha crecido, se ha desarrollado, ha dado frutos, pero sus raíces están bien plantadas en Él y la experiencia fundamental de Cristo que tuvieron los Apóstoles, elegidos y enviados por Jesús, llega hasta nosotros. Desde aquella planta pequeñita hasta nuestros días: así la Iglesia está en todo el mundo.
2. Pero preguntémonos: ¿cómo es posible para nosotros vincularnos con aquel testimonio, cómo puede llegar hasta nosotros aquello que vivieron los Apóstoles con Jesús, aquello que escucharon de Él? He aquí el segundo significado del término «apostolicidad». El Catecismo de la Iglesia católica afirma que la Iglesia es apostólica porque «guarda y transmite, con la ayuda del Espíritu Santo que habita en ella, la enseñanza, el buen depósito, las sanas palabras oídas a los Apóstoles» (n. 857). La Iglesia conserva a lo largo de los siglos este precioso tesoro, que es la Sagrada Escritura, la doctrina, los Sacramentos, el ministerio de los Pastores, de forma que podamos ser fieles a Cristo y participar en su misma vida. Es como un río que corre en la historia, se desarrolla, irriga, pero el agua que corre es siempre la que parte de la fuente, y la fuente es Cristo mismo: Él es el Resucitado, Él es el Viviente, y sus palabras no pasan, porque Él no pasa, Él está vivo, Él hoy está entre nosotros aquí, Él nos siente y nosotros hablamos con Él y Él nos escucha, está en nuestro corazón. Jesús está con nosotros, ¡hoy! Esta es la belleza de la Iglesia: la presencia de Jesucristo entre nosotros. ¿Pensamos alguna vez en cuán importante es este don que Cristo nos ha dado, el don de la Iglesia, dónde lo podemos encontrar? ¿Pensamos alguna vez en cómo es precisamente la Iglesia en su camino a lo largo de estos siglos —no obstante las dificultades, los problemas, las debilidades, nuestros pecados— la que nos transmite el auténtico mensaje de Cristo? ¿Nos da la seguridad de que aquello en lo que creemos es realmente lo que Cristo nos ha comunicado?
3. El último pensamiento: la Iglesia es apostólica porque es enviada a llevar el Evangelio a todo el mundo. Continúa en el camino de la historia la misión misma que Jesús ha encomendado a los Apóstoles: «Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos» (Mt 28, 19-21). Esto es lo que Jesús nos ha dicho que hagamos. Insisto en este aspecto de la misionariedad porque Cristo invita a todos a «ir» al encuentro de los demás, nos envía, nos pide que nos movamos para llevar la alegría del Evangelio. Una vez más preguntémonos: ¿somos misioneros con nuestra palabra, pero sobre todo con nuestra vida cristiana, con nuestro testimonio? ¿O somos cristianos encerrados en nuestro corazón y en nuestras iglesias, cristianos de sacristía? ¿Cristianos sólo de palabra, pero que viven como paganos? Debemos hacernos estas preguntas, que no son un reproche. También yo lo digo a mí mismo: ¿cómo soy cristiano, con el testimonio realmente?
La Iglesia tiene sus raíces en la enseñanza de los Apóstoles, testigos auténticos de Cristo, pero mira hacia el futuro, tiene la firme conciencia de ser enviada —enviada por Jesús—, de ser misionera, llevando el nombre de Jesús con la oración, el anuncio y el testimonio. Una Iglesia que se cierra en sí misma y en el pasado, una Iglesia que mira sólo las pequeñas reglas de costumbres, de actitudes, es una Iglesia que traiciona la propia identidad; ¡una Iglesia cerrada traiciona la propia identidad! Entonces redescubramos hoy toda la belleza y la responsabilidad de ser Iglesia apostólica. Y recordad: Iglesia apostólica porque oramos —primera tarea— y porque anunciamos el Evangelio con nuestra vida y con nuestras palabras. (Catequesis 16 de octubre 2013)
domingo, 27 de octubre de 2013
Feliz Domingo
El mundo, más que nunca, necesita conocer a Dios. Toca ir desmontando las caricaturas que de Él hacen los hombres... Ayudar a las personas de nuestro tiempo a descubrir al Dios verdadero, es maravillo. Por eso...
jueves, 24 de octubre de 2013
CALENDARIO DE VIGILIAS DE ORACIÓN
Son momentos de Encuentro con Dios: el objetivo de toda vida cristiana. Con el aliciente de poder descubrir lo que el Señor nos pide a cada uno de nosotros de una forma personal. Una cita con Dios. No faltes
viernes, 27 de septiembre de 2013
Para reflexionar
Es un vídeo rápido y con enjundia, pero nos invita a reflexionar sobre cómo es la Salvación. Te invitamos a verlo para hacer un repaso de este contenido importante de la fe. Sólo en dos minutos.
viernes, 6 de septiembre de 2013
domingo, 1 de septiembre de 2013
DAD GRACIAS A DIOS POR EL REGALO DE LA VOCACIÓN
El 20 de septiembre de 2013, a las 21 horas en La Catedral de Albacete, con el comienzo del nuevo curso, iniciaremos las vigilias de Oración por las Vocaciones. Lo haremos a lo grande para pedir a Dios por el don de la Fidelidad de los nuevos sacerdotes para nuestra Diócesis. El 22 de septiembre recibirán la imposición de manos y la Unción sacerdotal: Fernando, José, Carlo y Bernardo.
Qué maravilla poder empezar así el curso.
Como dice el Papa Francisco: Al buen sacerdote se lo reconoce por cómo anda ungido su pueblo; esta es una prueba clara. Cuando la gente nuestra anda ungida con óleo de alegría se le nota: por ejemplo, cuando sale de la misa con cara de haber recibido una buena noticia. Nuestra gente agradece el evangelio predicado con unción, agradece cuando el evangelio que predicamos llega a su vida cotidiana, cuando baja como el óleo de Aarón hasta los bordes de la realidad, cuando ilumina las situaciones límites, «las periferias» donde el pueblo fiel está más expuesto a la invasión de los que quieren saquear su fe. Nos lo agradece porque siente que hemos rezado con las cosas de su vida cotidiana, con sus penas y alegrías, con sus angustias y sus esperanzas. Y cuando siente que el perfume del Ungido, de Cristo, llega a través nuestro, se anima a confiarnos todo lo que quieren que le llegue al Señor: «Rece por mí, padre, que tengo este problema...». «Bendígame, padre», y «rece por mí» son la señal de que la unción llegó a la orla del manto, porque vuelve convertida en súplica, súplica del Pueblo de Dios. Cuando estamos en esta relación con Dios y con su Pueblo, y la gracia pasa a través de nosotros, somos sacerdotes, mediadores entre Dios y los hombres. Lo que quiero señalar es que siempre tenemos que reavivar la gracia e intuir en toda petición, a veces inoportunas, a veces puramente materiales, incluso banales – pero lo son sólo en apariencia – el deseo de nuestra gente de ser ungidos con el óleo perfumado, porque sabe que lo tenemos. Intuir y sentir como sintió el Señor la angustia esperanzada de la hemorroisa cuando tocó el borde de su manto. Ese momento de Jesús, metido en medio de la gente que lo rodeaba por todos lados, encarna toda la belleza de Aarón revestido sacerdotalmente y con el óleo que desciende sobre sus vestidos. Es una belleza oculta que resplandece sólo para los ojos llenos de fe de la mujer que padecía derrames de sangre. Los mismos discípulos –futuros sacerdotes– todavía no son capaces de ver, no comprenden: en la «periferia existencial» sólo ven la superficialidad de la multitud que aprieta por todos lados hasta sofocarlo (cf. Lc 8,42). El Señor en cambio siente la fuerza de la unción divina en los bordes de su manto.
jueves, 15 de agosto de 2013
En el Camino Vocacional II
Os pongo la continuación de unas palabras que el Papa Francisco nos ha regalado este veranillo que estamos llevando sin prisas, pero sin pausas. Dios no se toma vacaciones y, las nuestras nos sirven para descubrir la felicidad... Que nuestra Sra. de la Asunción nos ayude a descubrir lo que Él nos pide
El segundo punto de referencia de la misión es la cruz de Cristo. San Pablo, escribiendo a los Gálatas, dice: "Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo" (6, 14). Y habla de las "marcas", es decir, de las llagas de Cristo Crucificado, como el cuño, la señal distintiva de su existencia de Apóstol del Evangelio. En su ministerio, Pablo ha experimentado el sufrimiento, la debilidad y la derrota, pero también la alegría y la consolación. He aquí el misterio pascual de Jesús: misterio de muerte y resurrección. Y precisamente haberse dejado conformar con la muerte de Jesús ha hecho a San Pablo participar en su resurrección, en su victoria. En la hora de la oscuridad, en la hora de la prueba está ya presente y activa el alba de la luz y de la salvación. ¡El misterio pascual es el corazón palpitante de la misión de la Iglesia! Y si permanecemos dentro de este misterio, estamos a salvo tanto de una visión mundana y triunfalista de la misión, como del desánimo que puede nacer ante las pruebas y los fracasos. La fecundidad pastoral, la fecundidad del anuncio del Evangelio no procede ni del éxito ni del fracaso según los criterios de valoración humana, sino de conformarse con la lógica de la Cruz de Jesús, que es la lógica del salir de sí mismos y darse, la lógica del amor. Es la Cruz -siempre la Cruz con Cristo, porque a veces nos ofrecen la cruz sin Cristo: ésa no sirve-. Es la Cruz, siempre la Cruz con Cristo, la que garantiza la fecundidad de nuestra misión. Y desde la Cruz, acto supremo de misericordia y de amor, renacemos como "criatura nueva" (Ga 6, 15).
martes, 13 de agosto de 2013
En el Camino Vocacional I
Unas enseñanzas del Papa Francisco para los que están en camino vocacional: Ustedes son seminaristas, novicios y novicias, jóvenes en el camino vocacional, provenientes de todas las partes del mundo: ¡representan a la juventud de la Iglesia! Si la Iglesia es la Esposa de Cristo, en cierto sentido ustedes constituyen el momento del noviazgo, la primavera de la vocación, la estación del descubrimiento, de la prueba, de la formación. Y es una etapa muy bonita, en la que se ponen las bases para el futuro. ¡Gracias por haber venido!
Hoy la palabra de Dios nos habla de la misión. ¿De dónde nace la misión? La respuesta es sencilla: nace de una llamada que nos hace el Señor, y quien es llamado por Él lo es para ser enviado. ¿Cuál debe ser el estilo del enviado? ¿Cuáles son los puntos de referencia de la misión cristiana? Las lecturas que hemos escuchado nos sugieren tres: la alegría de la consolación, la cruz y la oración.
1. El primer elemento: la alegría de la consolación. El profeta Isaías se dirige a un pueblo que ha atravesado el periodo oscuro del exilio, ha sufrido una prueba muy dura; pero ahora, para Jerusalén, ha llegado el tiempo de la consolación; la tristeza y el miedo deben dejar paso a la alegría: "Festejad... gozad... alegraos", dice el Profeta (Is 66, 10). Es una gran invitación a la alegría. ¿Por qué? ¿Cuál es el motivo de esta invitación a la alegría? Porque el Señor hará derivar hacia la santa Ciudad y sus habitantes un "torrente" de consolación, un torrente de consolación -así llenos de consolación-, un torrente de ternura materna: "Llevarán en brazos a sus criaturas y sobre las rodillas las acariciarán" (v. 12). Como la mamá pone al niño sobre sus rodillas y lo acaricia, así el Señor hará con nosotros y hace con nosotros. Éste es el torrente de ternura que nos da tanta consolación. "Como a un niño a quien su madre consuela, así os consolaré yo" (v. 13). Todo cristiano, y sobre todo nosotros, estamos llamados a ser portadores de este mensaje de esperanza que da serenidad y alegría: la consolación de Dios, su ternura para con todos. Pero sólo podremos ser portadores si nosotros experimentamos antes la alegría de ser consolados por Él, de ser amados por Él. Esto es importante para que nuestra misión sea fecunda: sentir la consolación de Dios y transmitirla. A veces me he encontrado con personas consagradas que tienen miedo a la consolación de Dios, y... pobres, se atormentan, porque tienen miedo a esta ternura de Dios. Pero no tengan miedo. No tengan miedo, el Señor es el Señor de la consolación, el Señor de la ternura. El Señor es padre y Él dice que nos tratará como una mamá a su niño, con su ternura. No tengan miedo de la consolación del Señor. La invitación de Isaías ha de resonar en nuestro corazón: "Consolad, consolad a mi pueblo" (Is 40, 1), y esto convertirse en misión. Encontrar al Señor que nos consuela e ir a consolar al pueblo de Dios, ésta es la misión. La gente de hoy tiene necesidad ciertamente de palabras, pero sobre todo tiene necesidad de que demos testimonio de la misericordia, la ternura del Señor, que enardece el corazón, despierta la esperanza, atrae hacia el bien. ¡La alegría de llevar la consolación de Dios!
martes, 9 de julio de 2013
Un SÍ QUIERO para servir
Hace unos días fueron ordenados diáconos dos de nuestros seminaristas de la Diócesis. Ya han empezado a dar sus primeros pasos en la Predicación, en el acompañamiento personal, y también en el descanso... que todo es necesario.
Damos gracias a Dios por sus vidas entregadas. Un SÍ que nos alienta y que se puede imitar.
En el verano seguimos rezando por las Vocaciones.
Damos gracias a Dios por sus vidas entregadas. Un SÍ que nos alienta y que se puede imitar.
En el verano seguimos rezando por las Vocaciones.
viernes, 31 de mayo de 2013
La devoción popular a la Virgen María
Es muy hermoso ver cómo la devoción a nuestra Madre perdura y continúa en todos los rincones del mundo. Esta es una oración que se utiliza en Letur para honrar a la Madre de Dios.
Acudir a Santa María es buena cosa para ir asegurando los pasos de la vocación porque nos indica el camino seguro: muy unidos a Jesucristo, poniendo todas las fuerzas de nuestra vida al servicio del Amor.
Aquí os la dejo:
Jamás, jamás me abandones; y cuando la obscura sombra de la muerte venga, déjala quitar si así ordenado estuviere, la vida del miserable cuerpo; más la vida verdadera dámela tú, si me faltare, y después, lleva tú misma en tus brazos mi alma, para que goce de tu Hijo Jesús y juntamente de ti, que eres mi madre.
Acudir a Santa María es buena cosa para ir asegurando los pasos de la vocación porque nos indica el camino seguro: muy unidos a Jesucristo, poniendo todas las fuerzas de nuestra vida al servicio del Amor.
Aquí os la dejo:
En este valle de lágrimas tú, María, serás mi consuelo y
ayuda.
Búscame si te perdiere, llámame si te abandono, cógeme si a
caer yo fuera cegado por mis pasiones, al estado deplorable del pecado.
En mis dudas dame luz; consuélame en mis tristezas, guíame
como buen piloto al puerto de mis deberes y defiéndeme allí contra mis tres
declarados enemigos.
Que sea casto en palabras y acciones y mi pensamiento jamás
en liviandad se manche. Corrige mi entendimiento y voluntad si en cosas
ilícitas y vanas se entretienen.
Mi todo seas tú,
Madre querida, que siendo yo todo de ti, obligación tendrás de socorrerme, no
ya siendo yo, sino tú quien en mi dirigirá.
Cuando caído estuviere por el enemigo mortal, y derrotado,
no me dejes ni de mí te alejes. Si por mis culpas, de tu protección y amparo me
hago indigno, mira que te he elegido por madre mía y defensora.
Cuanto haga y pueda hacer te lo ofrezco, amada mía, aunque
intención no tenga de ofrecerlo. Y hasta el fin de mi vida, hermosa madre, esta
oferta quisiera que sirviese.
Jamás, jamás me abandones; y cuando la obscura sombra de la muerte venga, déjala quitar si así ordenado estuviere, la vida del miserable cuerpo; más la vida verdadera dámela tú, si me faltare, y después, lleva tú misma en tus brazos mi alma, para que goce de tu Hijo Jesús y juntamente de ti, que eres mi madre.
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