“En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los
publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas
murmuraban entre ellos: -«Ése acoge a los pecadores y come con ellos.» Jesús
les dijo esta parábola: -«Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde
una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta
que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy
contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para
decirles: "¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había
perdido." Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un
solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan
convertirse. Y si una mujer tiene diez monedas y se le pierde una, ¿no enciende
una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y,
cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas para decirles:
"¡Felicitadme!, he encontrado la moneda que se me había perdido." Os
digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador
que se convierta» (Lucas
15,1-10).
El
amor de Jesús nos hace felices, en la esperanza del cielo, y por ese tesoro
podemos renunciar a toda cosa humana
1.
El capítulo 15 de san Lucas ha sido llamado "el corazón del
evangelio". Ha sido llamado “el evangelio de la misericordia” por Juan
Pablo II: hoy leemos la de la oveja descarriada y la de la moneda perdida. La
del hijo pródigo, la más famosa, la leemos en Cuaresma.
Los
fariseos y los letrados murmuraban de él porque acogía a los publicanos y
pecadores y comía con ellos. La lección, por tanto, va para estas personas que
no tienen misericordia, que solían acercarse en masa para escuchar a Jesús pero
lo criticaban diciendo: "Este hombre acepta a los pecadores y come con
ellos". Nos dejaron sin querer una de las definiciones de Jesús:
"aquel que acepta bien a los pecadores". He ahí una revelación
sorprendente de Dios. Jesús les dice:
-“Si
uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una ¿no deja las noventa y
nueve en el campo para ir en busca”... La aritmética de Dios no es la
nuestra. El número, la cantidad nos impresionan siempre. Para Dios
"uno" iguala a "noventa y nueve". Cada hombre tiene un
valor inestimable. Misterio del respeto que Dios tiene para cada uno de
nosotros. ¡Tú nos amas, Señor, con un amor "personal",
"individualizado"! Pienso por contraste mi poco interés en recordar
los nombres de este niño, de la persona que me atendió en tal ocasión… y cada
uno de ellos, es amado por Dios. El Buen Pastor es Cristo: “puso la oveja sobre
sus hombros, porque, al asumir la naturaleza humana, Él mismo cargó con
nuestros pecados” (San Gregorio Magno).
La
parábola es una explicación de la conducta de Jesús, y nos explica que frente a
Él, quien le juzga acaba por ser juzgado en aquello mismo que juzga. La
estructura de esta parábola, como la de la dracma perdida, son similares:
expresan la alegría por haber encontrado lo perdido y Jesús añade que así es la
alegría en el cielo por el arrepentimiento de un pecador de manera que el
oyente entiende que la actitud del pastor o de la mujer, su alegría,
representan a Dios que no se queda cruzado de brazos ante nuestras debilidades,
sale a buscar lo perdido, y con un celo hace lo necesario para encontrarnos,
pero sobre todo se alegra cuando le buscamos a él: “mas esta fuerza tiene el
amor, si es perfecto, que olvidamos nuestro contento por contentar a quien
amamos. Y verdaderamente es así que, aunque sean grandísimos trabajos,
entendiendo contentamos a Dios, se nos hacen dulces” (Santa Teresa de Jesús; cf
Biblia de Navarra).
-...“Para
ir en busca de "la descarriada", hasta que la encuentra” Me la
imagino. Es precisamente aquella que se ha escapado, o que se ha perdido, Es
aquella la que embarga todo el pensamiento del pastor. Sólo ella cuenta, por el
momento. ¡Es así nuestro Dios! Un Dios que sigue pensando en los que le han
abandonado, un Dios que ama a los que no le aman, un Dios que anda en busca de
sus "hijos dispersos" ¡La oveja que causa preocupación a Dios! ¿Soy
quizá yo?
-“Cuando
la encuentra, se la carga en los hombros, muy contento...” Un hombre, un
pastor feliz, sonriente, exultante, muy contento. ¡Así se nos presenta Dios!
-“Y
de regreso a su casa, reúne a sus amigos y a sus vecinos para decirles:
"alegraos conmigo, porque he encontrado mi oveja, la que había
perdido"”. Alegraos conmigo, dice Dios. Dios es un ser que se alegra,
y de su alegría, hace partícipes a los demás. La "alegría de Dios" es
encontrar de nuevo a los hijos que estaban perdidos.
-“Os
digo: "Lo mismo pasa en el cielo, da más alegría un pecador que se
enmienda, que noventa y nueve justos que no necesitan enmendarse,
convertirse"”. En el cielo hay alegría ¿Quién quiere alegrarse
conmigo, dice Dios? ¡Un solo pecador que se convierte! ¿Lo he oído bien? ¡Un
solo pecador que se convierte! ¡Uno solo! pasa a tener una importancia
desmesurada a los ojos de Dios. Parece que sólo "él" es el que
cuenta. Y tú, ¡no te contentas con esperar que ella vuelva! Tú saliste a
buscarla. ¿Y yo? ¿Tengo ese mismo afán por la salvación de los hombres? ¿Tengo,
como Dios, un corazón misionero? ¿enviado para salvar lo que se ha perdido?
-“Y,
si una mujer tiene diez monedas de plata y se le pierde una, ¿no enciende un
candil, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla?” Lucas es el
único que nos cuenta esa parábola "femenina", que nos repite lo
mismo; con otra imagen. "Alumbrar"... "barrer"...
"buscar con cuidado..." Yo, pecador, como todos los pecadores, soy
objeto de ese amor (Noel Quesson).
La
Virgen María, en su Magníficat, cantaba a Dios porque "acogió a Israel su
siervo acordándose de su misericordia". Si al pueblo elegido de Israel le
tuvo que perdonar, también a nosotros, que no somos mucho mejores. Pero la
lección se orienta a nuestra actitud con los demás, cuando fallan. Sería una
pena que estuviéramos retratados en los fariseos que murmuran por el perdón que
Dios da a los pecadores, o en la figura del hermano mayor del hijo pródigo que
no quería participar en la fiesta que el padre organizó por la vuelta del
hermano pequeño. ¿Tenemos corazón mezquino o corazón de buen pastor?
Si
somos tolerantes y sabemos perdonar con elegancia, entonces sí nos podemos
llamar discípulos de Jesús. La imagen de Jesús como Buen Pastor que carga sobre
sus hombros a la oveja descarriada (la famosa estatua del siglo III que se
conserva en el Museo de Letrán en Roma), debería ser una de nuestras
preferidas: nos enseña a ser buenos pastores y a no comportarnos como los
fariseos puritanos que se creen justos, sino como seguidores de Jesús, que no
vino a condenar sino a perdonar y a salvar (J. Aldazábal).
Quizá
la nota dominante en las parábolas de la misericordia es la alegría que reina
en el ambiente. Gracia en griego se dice "járis" y va unida con la
alegría, que se dice "jára". No importa si nos sentimos
pecadores, pues Jesús dice: “No he venido para los sanos, sino para los
enfermos” (Mc 2,17). Malo sería que nos sintamos sanos que no lo necesitan.
Sentado entre estos hombres que parecen muy alejados de Dios, Jesús se nos
muestra entrañablemente humano. No se aparta de ellos, sino que busca su trato.
La oración de hoy nos debe llevar a aumentar nuestra confianza en Jesús cuanto
mayores sean nuestras necesidades; especialmente si en alguna ocasión sentimos
con más fuerza la propia flaqueza. Y pediremos con más confianza por aquellos
que están alejados del Señor. La vida de Jesús estuvo totalmente
entregada a sus hermanos los hombres (Gal 2,20), con un amor tan grande que
llegará dar la vida por todos (Jn 13,1). Cuanto más necesitados nos
encontramos, más atenciones tiene con nosotros. Esta misericordia supera
cualquier cálculo y medida humana. El Buen Pastor no da por definitivamente
perdida a ninguna de sus ovejas. Con esta parábola, el Señor expresa su inmensa
alegría ante la conversión de un pecador; un gozo divino que está por encima de
toda lógica humana. Es la alegría de Dios cuando recomenzamos en nuestro
camino, quizá después de pequeños o grandes fracasos. Existe también una
alegría muy particular cuando hemos acercado a un amigo o a un pariente al
sacramento del perdón, donde Jesucristo le esperaba con los brazos abiertos.
Jesucristo sale muchas veces a buscarnos. Jesús se acerca al pecador con
respeto, con delicadeza. Sus palabras son siempre expresión de su amor por cada
alma. Los cuidados y atenciones de la misericordia divina sobre el pecador
arrepentido son abrumadores. Nos perdona y olvida para siempre nuestros
pecados. Lo que era muerte se convierte en fuente de vida. Nos muestra el Señor
el valor que para Él tiene una sola alma y los esfuerzos que hace para que no
se pierda. Este interés es el que debemos tener para que los demás no se
extravíen y, si están lejos de Dios, para que vuelvan. Pidámoselo a Nuestra
Madre (F. Fernández Carvajal).
2.
Hoy San Pablo nos habla de ser flexible ante las distintas sensibilidades:
-“Hermanos, ninguno de nosotros vive para sí mismo, y tampoco muere nadie
para sí mismo”. Nuestra vida no puede proyectarse hacia un
autoperfeccionamiento egoísta sino «hacia los demás», hacia Dios. -“Vivimos
para el Señor, morimos para el Señor”. Es el primer principio para
conservar o desarrollar la unidad entre cristianos de "opciones"
opuestas: que cada uno actúe con lealtad "como servidor del mismo
Señor". -“Ya vivamos, ya muramos, pertenecemos al Señor”,
referencia absoluta. Hoy vemos conservadores, progresistas… cada uno que siga
su conciencia sin uniformizar todo. La unidad no ha de hacerse a ese nivel
concreto, sino más profundamente, en el esfuerzo de cada uno para ser «servidor
del mismo Dios», para pertenecer al mismo Dios. Necesitamos hoy también,
como siempre, una cultura de pluralismo. Señor, ayúdanos a que te
pertenezcamos... a que aceptemos las tensiones que nos dividen en todos los
otros puntos.
-“Entonces
tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? Tú, ¿por qué desprecias a tu hermano?” Es
el segundo «principio»: ayúdanos, Señor, a no juzgar, a no despreciar.
-“Todos
compareceremos ante el tribunal de Dios”. El "Juicio" es una
prerrogativa sólo de Dios y ¡nosotros seremos juzgados por El! Precisa tener en
cuenta esta eventualidad. Jesús mismo nos recomendó firmemente esta actitud
cuando nos pidió que no mirásemos demasiado la «paja en el ojo del vecino»
cuando no vemos «la viga que hay en el nuestro».
-“Por
mi vida, dice el Señor, que toda rodilla se doblegará ante Mí...” Así,
pues, cada uno de nosotros deberá rendir cuenta de sí mismo a Dios. No hay nada
mejor que ese género de pensamientos para ayudarnos a relativizar nuestras
posturas demasiado categóricas. Señor, no quiero temer tu juicio. Pero que esto
me ayude a estar más abierto a los demás (Noel Quesson); a ser tolerante y no
querer imponer mi opinión.
3.
“El Señor es mi luz…” que para un cristiano tiene una nueva referencia
en las palabras de Jesús: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no
andará en tinieblas sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8,12; cf 1,9).
San Juan de Nápoles dice que las almas luminadas por esta luz no caen en el
pecado, no tropiezan en el mal, caminan con el Señor.
Llucià Pou Sabaté
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