Me gustaría compartir con vosotros qué ha significado para mí que la Iglesia pronunciara mi nombre como candidato a las Sagradas Órdenes.
Como nos dijo Don Ciriaco en la homilía, este paso en el camino hacia el sacerdocio supone poner la mano en el arado y seguir hacia adelante, sin volver la mirada atrás, sin dudar… Y así lo he vivido realmente.
Ha sido una semana difícil. Para prepararnos interiormente hemos ido recordando nuestra propia historia vocacional, y en mi caso han vuelto imágenes de lo que ahora estoy seguro que fue un encuentro con el Señor. Pero también han aparecido los viejos fantasmas, muchas tentaciones y las temidas dudas.
Siempre he tenido un miedo: haber dicho que sí al Señor, en unas circunstancias vitales tan extremas, que la vocación sacerdotal fuera un escape, una huida, un último recurso…
Sin embargo, la Iglesia nos regala a través del Seminario personas capaces que nos ayudan en estos momentos, “mi Padre Espiritual”. Y me ha dicho una frase: “TU VOCACIÓN ES TU SALVACIÓN”.
¡Todavía me emociono al pensarlo! ¡Claro! No es un escape. No soy yo el héroe. No soy yo el que da el paso. ES EL SEÑOR. Que al mirarme deseó mi felicidad y me tendió su mano para sacarme del abismo en el que yo sentía que estaba. Quería que yo fuese sacerdote. Y ahí está mi felicidad. Y lo está.
Me cuesta entenderlo y me queda muy grande. Me sobrepasa. Y cuando ves a tanta gente emocionada con el paso que vas a dar, a tanta gente que se te acerca agradecida, a tanta gente que te anima a seguir por este camino, a mi madre y mi familia, a mi parroquia de Santa María que tanto cariño ha mostrado a la diócesis estos días, a “mi cura” Juanmi, ejemplo de sacerdocio y entrega, al seminario de Alicante y de Albacete, a tantas y tantas personas… que no puedes más que dar las gracias de corazón con mucha humildad, porque comprendes que ya no eres tú lo importante. Vuelve a ser el Señor. Gracias.
Fernando Zapata
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