jueves, 29 de mayo de 2014

En tierra Santa el Papa habló también de la Vocación.


 
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“Salió… al monte de los Olivos, y lo siguieron los discípulos” (Lc 22,39)

En aquella hora, Jesús sintió la necesidad de rezar y de tener junto a sí a sus discípulos, a sus amigos, que lo habían seguido y habían compartido más de cerca su misión. En Getsemaní, el seguimiento se hace difícil e incierto; se hace sentir la duda, el cansancio y el terror. En el frenético desarrollo de la pasión de Jesús, los discípulos tomarán diversas actitudes en relación a su Maestro: actitudes de acercamiento, de alejamiento, de incertidumbre.
Nos hará bien a todos nosotros, obispos, sacerdotes, personas consagradas, seminaristas, preguntarnos en este lugar: ¿quién soy yo ante mi Señor que sufre?
¿Soy de los que, invitados por Jesús a velar con él, se duermen y, en lugar de rezar, tratan de evadirse cerrando los ojos a la realidad?
¿O me identifico con aquellos que huyeron por miedo, abandonando al Maestro en la hora más trágica de su vida terrena?
¿Descubro en mí la doblez, la falsedad de aquel que lo vendió por treinta monedas, que, habiendo sido llamado amigo, traicionó a Jesús?
¿Me identifico con los que fueron débiles y lo negaron, como Pedro? Poco antes, había prometido a Jesús que lo seguiría hasta la muerte (cf. Lc 22,33); después, acorralado y presa del pánico, jura que no lo conoce.
¿Me parezco a aquellos que ya estaban organizando su vida sin Él, como los dos discípulos de Emaús, necios y torpes de corazón para creer en las palabras de los profetas (cf. Lc 24,25)?

O bien, gracias a Dios, ¿me encuentro entre aquellos que fueron fieles hasta el final, como la Virgen María y el apóstol Juan? Cuando sobre el Gólgota todo se hace oscuridad y toda esperanza parece apagarse, sólo el amor es más fuerte que la muerte. El amor de la Madre y del discípulo amado los lleva a permanecer a los pies de la cruz, para compartir hasta el final el dolor de Jesús.
¿Me identifico con aquellos que han imitado a su Maestro hasta el martirio, dando testimonio de hasta qué punto Él lo era todo para ellos, la fuerza incomparable de su misión y el horizonte último de su vida?

La amistad de Jesús con nosotros, su fidelidad y su misericordia son el don inestimable que nos anima a continuar con confianza en el seguimiento a pesar de nuestras caídas, nuestros errores, incluso nuestras traiciones.

Pero esta bondad del Señor no nos exime de la vigilancia frente al tentador, al pecado, al mal y a la traición que pueden atravesar también la vida sacerdotal y religiosa. Todos estamos expuestos al pecado, al mal, a la traición. Advertimos la desproporción entre la grandeza de la llamada de Jesús y nuestra pequeñez, entre la sublimidad de la misión y nuestra fragilidad humana. Pero el Señor, en su gran bondad y en su infinita misericordia, nos toma siempre de la mano, para que no perezcamos en el mar de la aflicción. Él está siempre a nuestro lado, no nos deja nunca solos. Por tanto, no nos dejemos vencer por el miedo y la desesperanza, sino que con entusiasmo y confianza vayamos adelante en nuestro camino y en nuestra misión.

viernes, 23 de mayo de 2014

12 en la cancha

Estamos en vísperas de la gran final de la Champions, y todo se pone en función de poder ver el partido... En la tele salen las actividades de los técnicos de televisión para poner televisores en todos los salones donde se festejarán las primeras comuniones... Algún papá, he oído en la radio, ha tenido que "regalar" la entrada al partido para evitar "problemas mayores".

En este contexto he recordado que tenía un libro pendiente "Doce en la cancha", un librillo muy simpático de Carlos Padilla. Un chaval joven, alegre e ilusionado por su próxima entrega al Señor.

Muchas veces, nos quedamos con el dinero que mueve el fútbol, con la fama, con los buenos coches que se ven después de los entrenamientos... pero detrás de todo el artificio del fútbol hay muchos chicos con ilusiones y esperanzas que se piensan el sentido de la vida, y que en encuentran a Otro Jugador que les hace felices en el PARTIDO DE LA VIDA. Os invito a leerlo en este verano.