domingo, 22 de febrero de 2015

PRIMER DOMINGO DE CUARESMA

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De la frialdad que nos hace indiferentes hacia tus cosas (LIBRANOS, SEÑOR)
Del vacío que es consecuencia de la falta de oración (LIBRANOS, SEÑOR)
De la tristeza que es fruto de poner nuestros ojos en lo que no es importante (LIBRANOS, SEÑOR)
De la abundancia que nos convierte en egoístas (LIBRANOS, SEÑOR)
Del ruido que nos deja sordos a tu Palabra (LIBRANOS, SEÑOR)
De las distracciones que son tentaciones para no seguirte (LIBRANOS, SEÑOR)
De las riquezas que nos pierden y nos endiosan (LIBRANOS, SEÑOR)
Del mal que nos tienta y nos dice ser lo que no somos (LIBRANOS, SEÑOR)
De los pecados que no nos dejan crecer como cristianos (LIBRANOS, SEÑOR)

betania.es

viernes, 13 de febrero de 2015

Sacerdotes para servir


Image result for sacerdoteLos sacerdotes debemos prepararnos para guiar a los demás fieles hacia una maduración de la fe. Sentimos que nosotros somos los primeros que tenemos que abrir más nuestros corazones. Recordemos las palabras del Maestro en el último día de la fiesta de las Cabañas en Jerusalén: «Jesús, en pie, gritó: “el que tenga sed, que venga a mí y beba, el que cree en mí. Como dice la Escritura: de sus entrañas manarán ríos de agua viva”. Dijo esto refiriéndose al Espíritu, que habían de recibir los que creyeran en Él. Todavía no se había dado el Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado» (Jn 7, 37-39). También del sacerdote, alter Christus, pueden manar ríos de agua viva, en la medida en que él beba con fe las palabras de Cristo, abriéndose a la acción del Espíritu Santo. De su “apertura” a ser signo e instrumento de la gracia divina depende en última instancia, no sólo la santificación del pueblo que se le ha encomendado, sino también el orgullo de su identidad: «El sacerdote que sale poco de sí, que unge poco —no digo “nada” porque, gracias a Dios, la gente nos roba la unción— se pierde lo mejor de nuestro pueblo, lo que es capaz de activar lo más hondo de su corazón presbiteral. El que no sale de sí, en vez de mediador, se va convirtiendo poco a poco en intermediario, en gestor. Todos conocemos la diferencia: el intermediario y el gestor “ya tienen su paga”, y puesto que no se juegan ni la propia piel ni el corazón, tampoco reciben un agradecimiento afectuoso que nace del corazón. De aquí proviene precisamente la insatisfacción de algunos, que terminan tristes, sacerdotes tristes, y convertidos en una especie de coleccionistas de antigüedades o bien de novedades, en vez de ser pastores con “olor a oveja” — esto os pido: sed pastores con “olor a oveja”, que eso se note—, en vez de ser pastores en medio de su rebaño y pescadores de hombres» (Papa Francisco, Homilía de la S. Misa crismal, 28 de marzo de 2013)De la Congregación del Clero 2013.

lunes, 2 de febrero de 2015

Una oración por la vida consagrada

 
 
¡Ven, Espíritu Creador, con tu multiforme gracia
ilumina, vivifica y santifica a tu Iglesia!
Unida en alabanza te da gracias
por el don de la Vida Consagrada, otorgado y confirmado
en la novedad de los carismas a lo largo de los siglos.
Guiados por tu luz y arraigados en el bautismo,
hombres y mujeres, atentos a tus signos en la historia,
han enriquecido la Iglesia,
viviendo el Evangelio mediante el seguimiento de Cristo
casto y pobre, obediente, orante y misionero.
¡Ven Espíritu Santo, amor eterno del Padre y del Hijo!
Te pedimos que renueves
la fidelidad de los consagrados.
Vivan la primacía de Dios en las vicisitudes humanas,
la comunión y el servicio entre las gentes,
la santidad en el espíritu de las bienaventuranzas.
¡Ven, Espíritu Paráclito, fortaleza y consolación de tu pueblo!
Infunde en ellos la bienaventuranza de los pobres
para que caminen por la vía del Reino.
Dales un corazón capaz de consolar
para secar las lágrimas de los últimos.
Enséñales la fuerza de la mansedumbre
para que resplandezca en ellos el Señorío de Cristo.
Enciende en ellos la profecía evangélica
para abrir sendas de solidaridad
y saciar la sed de justicia.
Derrama en sus corazones tu misericordia
para que sean ministros de perdón y de ternura.
Revístelos de tu paz
para que puedan narrar, en las encrucijadas del mundo,
la bienaventuranza de los hijos de Dios.
Fortalece sus corazones en las adversidades
y en las tribulaciones,
se alegren en la esperanza del Reino futuro.
Asocia a la victoria del Cordero a los que por Cristo
y por el Evangelio están marcados con el sello del martirio.
Que la Iglesia, en estos hijos e hijas suyos,
pueda reconocer la pureza del Evangelio
y el gozo del anuncio que salva.
Que María, Virgen hecha Iglesia,
la primera discípula y misionera
nos acompañe en este camino.
Amén